19:23 |
Contradicciones en la provisión de antivirales, funcionarios en conflicto y medidas dispares entre provincias. ¿Nace el “INDEK sanitario”?

La odisea de una madre para conseguir Oseltamivir, la droga con la que se combate la gripe A, ocurrió en un lugar paradigmático: el barrio residencial de Yerba Buena, en la capital tucumana, donde vivió hasta hace una semana el ministro de Salud, Juan Manzur.

A la hija de la periodista tucumana Luz García Hamilton, sobrina del desaparecido historiador José Ignacio García Hamilton, le diagnosticaron H1N1 en un centro asistencial privado y le recetaron dos pastillas por día de Tamiflú (nombre comercial del laboratorio Roche). Su madre concurrió al hospital público de la zona para buscar el antiviral y para su sorpresa, tras largas horas de cola, le informaron que allí no tenían ese medicamento. Pidió hablar con un médico responsable y recibió una explicación insólita: “Está descansando y no podemos despertarlo”. Un enfermero de la ambulancia donde trasladaban a su hija se ofreció de mediador. “Que vaya a uno de los hospitales públicos del centro”, le mandó decir a García Hamilton el médico que dormía la siesta. Con la chica a cuestas, y más de 39º de fiebre, la mujer tuvo que volver a hacer fila en otro hospital hasta que finalmente, después de 9 horas, obtuvo el medicamento salvador.

Estaba indignada: “Es evidente que en Tucumán no existe la menor conciencia de lo que está sucediendo. Tuve que someter a mi hija a largas horas de espera a riesgo de agravar el cuadro y de exponer al contagio a quienes todavía no contrajeron la maldita gripe A. Pregunto, entonces: ¿las autoridades saben de qué se trata esto?¿No podría el ministerio proveernos de lo elemental? ¿De quién es la culpa?”

Esta historia es un ejemplo del caos que reina en torno a la estadía criolla de la gripe A, que comenzó hace más de dos meses pero que fue descubierta en toda su dimensión por el Gobierno nacional después de las elecciones legislativas. Hay más confusión que certezas. En parte, por el desconocimiento de la comunidad científica sobre cómo tratar este indecible virus. Pero también porque las autoridades sanitarias manejaron la crisis como todo lo que se hace en la Argentina: con improvisación.

Cambio permanente. Los vaivenes en el suministro de la droga Oseltamivir, por parte del Estado nacional, demuestra que la desorientación es preocupante. Al inicio de la epidemia, el Ministerio de Salud de la Nación decidió que el Estado -que monopoliza la distribución de este antiviral- iba a entregarlo a personas que, con síntomas de gripe, hubieran regresado de los países donde estalló la pandemia mundial. Luego, extendieron la entrega del antiviral a aquellos casos confirmados de H1N1 por pruebas de laboratorio. Más tarde, el universo de medicados se redujo sólo a los pacientes internados y a los que tuvieran enfermedades preexistentes, hasta que finalmente se optó por ofrecerlo a gente que pudiera acreditar una gripe común. La llegada del nuevo ministro vino acompañada de un cambio de normativa: se volvió al planteo de suministrar Oseltamivir a las personas en estado grave y después, en conjunto con las provincias, se unificó el criterio de medicar a todos los pacientes sospechosos -curiosamente- mayores de 15 años.

En realidad, estas idas y vueltas oficiales esconden una sospecha que nadie se anima a ventilar: la escasez de antivirales, que ahora se está intentando revertir. Chile y Brasil tuvieron éxito en poner un freno a la pandemia adoptando medidas sanitarias preventivas como, por ejemplo, medicar a todos los pacientes sospechosos de haber contraído el H1N1.

En Chile atacaron el problema de entrada y lograron que la tasa de mortalidad sea un tercio menor que la de la Argentina. Nuestro país, en cambio, tiene la cifra más alta de fallecidos del mundo: un 2,8 % de los contagiados, ya que sobre un total de 2.485 casos confirmados (en el Gobierno estiman que hay más de 100.000 sospechosos), hasta ahora hubo 70 muertos. La campaña electoral retrasó los reflejos oficiales, que se pusieron en marcha cuando el sistema sanitario ya había colapsado.

Pese a que las autoridades se niegan a reconocerlo, en la provincia de Buenos Aires, la intención fue racionalizar el Oseltamivir. El ministro de Salud bonaerense, Claudio Zin, lo dejó traslucir el lunes 6 cuando admitió que no disponía de medicamentos suficientes para tratar a todos los presuntos infectados, como propone el nuevo procedimiento. Hasta ahora, el Ministerio de Salud Nacional entregó a esa provincia -de lejos la más afectada por la gripe A- unos 150.000 tratamientos para atender con exclusividad a los pacientes graves. Esto representa un 30% del lote que tenía disponible la cartera de salud nacional, cuando Buenos Aires tiene un 80% de los casos mortales. En la intimidad de su gabinete, Zin reconoció que ahora, para atender un universo mayor de pacientes, se necesitarían 500.000 dosis y que para ello ya se habían iniciado gestiones con laboratorios.

Sin embargo, cabe una pregunta: si la Argentina tiene una tasa de mortalidad tan alta y los tratamientos fueron tan limitados, ¿hubo gente que murió antes de recibir medicación? La gripe A es traicionera ya que, justamente, una de las características de este virus es que convierte una simple gripe en una patología severa (como la neumonía) en un período muy corto de tiempo. Por eso, para que sea efectivo, el Oseltamivir hay que suministrarlo durante las primeras 48 horas de aparecidos los síntomas. “Si hubo gente que murió porque el tratamiento no llegó a tiempo, lo vamos a saber al final del brote.

Lo que sí es cierto es que en el alerta epidemiológico Nº 8, del 17 de junio, el Ministerio de Salud recomendó que había que dar antiviral a todos los casos sospechosos, aunque esto no se pudo aplicar en la provincia por falta de medicación”, aseguró el presidente de la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de la Argentina (Fesprosa), Jorge Jabkowski.

Caos federal. El resto de las provincias también pidieron auxilio a la Casa Rosada. En Santa Fe, donde también hace mella la pandemia, la semana pasada se disponía de 800 tratamientos para 13.000 casos confirmados. En Mendoza, dirigentes del peronismo que se habían infectado llamaban a Buenos Aires desesperados para conseguir el antiviral que en su provincia escaseaba. Y en el hospital central de La Rioja esta semana había sólo 15 dosis. Seguramente para los pacientes de Capital, donde hay centros de referencia preparados, obtener el antiviral no es un escollo. Aunque, un poco más lejos, a veces el trámite no es tan sencillo. Una mujer de 37 años (cuya identidad se reserva) murió del H1N1 en una clínica privada de La Tablada, provincia de Buenos Aires. Los médicos nunca informaron a la familia que se había contagiado el virus sino que, en el certificado de defunción, hicieron figurar una neumonía. La mala noticia se la dio la casa velatoria que recibió el cadáver en una bolsa con la inscripción H1N1. El marido de la mujer fallecida se contagió sin haber recibido tratamiento alguno.

“Nos extraña que en la mayoría de los certificados de defunción nunca se pone H1N1 y por eso, esos muertos no se contabilizan. Pero sabemos que hubo un aumento del 40% en las cremaciones respecto del año pasado. Y creemos que no es el virus estacional porque, como nunca, se presenta en personas jóvenes”, aseguró Daniel Dauría, secretario de la Cámara de Empresas Fúnebres de La Matanza. ¿Hay más muertos entonces de los que se admiten en el poder? ¿Existe un Indec de la salud? ¿Qué se puede esperar si minutos después de que el ministro de Salud anunciara más de 100.000 infectados, en la misma conferencia de prensa la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ignoraba los dichos de su funcionario y responsabilizaba a la prensa por la difusión de esa cifra?

La Argentina es un país de contrastes. Pese al intento de “federalizar” las medidas sanitarias, cada cual atiende su juego. Mientras una madre tucumana tarda más de 9 horas en conseguir el antiviral para su hija, en el hospital de San Isidro sobremedican a los pacientes. Basándose en un protocolo propio y único, suministran por persona el triple de la dosis recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El prestigioso infectólogo que se animó a denunciarlo, Marcelo Beltrán, fue corrido de su cargo en plena pandemia. “Nosotros pedimos explicaciones a las autoridades para saber por qué en este lugar se le estaba dando a cada paciente la droga de tres argentinos cuando es un medicamento escaso”, dijo el médico a NOTICIAS.

Acopio. Cuando estalló la crisis pandémica, la Argentina había acopiado 610.000 dosis de Tamiflú que alcanzaban para tratar apenas a un 0,5 % de la población. Ya repartió 300.000 y, en los próximos días, se espera la llegada de 650.000 dosis más que el Gobierno compró a Roche y a laboratorios nacionales como LKM, que trabajan con genéricos. Lo curioso es que, según pudo saber NOTICIAS, estos últimos le salieron más caros al Estado que las drogas de marca cuando debería haber sido al revés. La falta de previsión siempre estuvo presente: el ministerio pactó la entrega de estas remesas para el 17 de agosto aunque se supone que ya habrá pasado el pico de la gripe A y luego tuvo que renegociar de urgencia los plazos acordados. Brasil compró a fines de marzo la droga base para fabricar 10 millones de tratamientos y los envasó en laboratorios propios a medida que avanzaba la pandemia, sin dificultades en el abastecimiento.

Curiosamente, después de las elecciones, el nuevo Ministro de Salud anunció que el antiviral iba a venderse en farmacias. Pero esto fue discursivo porque Roche distribuyó apenas 24.000 dosis para repartir entre 12.000 farmacias, a razón de dos dosis por local. Algunos opinan que esta medida es contraproducente, ya que puede generar una resistencia al virus debido a que se toma de manera masiva y con pocos controles.

Para algunos expertos, la decisión del Gobierno nacional de poner un tope de edad a la entrega de antivirales (15 años) es equivocada. “Ahora, a un chico infectado yo no puedo darle el Oseltamivir. Esto debería mejorarse”, reclamó el pediatra del Hospital Eva Perón, Carlos Maurtua.

Emilio Santabaya, neumonólogo, infectólogo, profesor de Epidemiología de la UBA y ex director del Malbrán fue lapidario: “La crisis se está manejando de manera inadecuada, con incoherencias. La coordinación de una epidemia debe ser vertical y con información al estilo de los partes médicos que se dan en la terapia intensiva. Nunca de manera horizontal, abierto a la opinión de cualquiera. El equipo asesor técnico del Ministerio de Salud no está formado por epidemiólogos y no saben nada sobre cómo controlar una epidemia. Estuvieron todo este tiempo promoviendo un producto, el Tamiflú, y ahora resulta que no saben a quién dárselo. Todo se está haciendo de manera heroica, sin asidereo científico”.

Escrito por: María Fernanda Villosio
You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.

0 comentarios: